Le vetiver de lubin nació una de esas pocas tardes de nieve en París, al pie de Notre Dame. El frio fue el que inspiró la idea del vetiver de invierno
despertando un afán de fuego de madera evocando los inciensos que ardían en las catedrales de la Edad Media, cuando en invierno, la gente acudía a ellas para calentarse alrededor de los braseros.
Luego se convirtió, para los niños que desconocían la palabra vetiver en un personaje de leyenda inventado para la ocasión.
Le vetiver les contaban vive en lo más profundo de los bosques de Ámerica.Se trata de un espíritu celta que se parece a Dionisio, sensual y místico, mitad hombre de los bosques y mitad caballero, un mago que despierta a la naturaleza en primavera insuflándole vida tras los rigores del invierno.
Ese hombre salvaje anuncia pues una sensualidad afirmada.
Al principio un frescor anaranjado con notas de mandarina, de pomelo, de naranja y de nerolí que pronto se desvanecen tras un doble acorde este- oeste: a mi derecha, un aventurero que frecuenta el palacio del sultán de Yogyakarta( vetiver de Java, clavo, nuez moscada); a mi izquierda, un gringo del gran Oeste americano: tabaco rubio y cedro de Virginia.. y para el toque místico, como para una noche de Navidad, mirra e incienso que refrescan el pimiento del caribe.
No tan pagano como parece.
Vetiver de Lubin evoca los seres fabulosos que habitan los bosques más profundos de las antiguas leyendas celtas.
